miércoles, 29 de julio de 2009

CHAVEZ NO CREE EN SU PUEBLO, NI EN EL EJERCITO LIBERTADOR Y SOLO QUIERE ETERNIZARSE EL PODER

LEER ESTE ARTÍCULO ES COMPRENDER PORQUE CHAVEZ AMA A FIDEL

El círculo cubano que lo protege
El primer anillo que blinda la seguridad de Chávez está formado sólo por agentes de Castro, dirigidos por el superpoderoso Alfredo. Fue el dictador cubano quien le aconsejó que aceptara su derrota en las urnas en la madrugada del referéndum

JULIO RIVAS PITA


ESCOLTAS CARIBEÑOS. Entre otras razones, porque Hugo Chávez no se fía de sus compatriotas. Los miembros del G2, servicio secreto cubano, son los encargados de su seguridad. / FERNANDO LLANO-AP
A Germán Sánchez Otero, el embajador cubano en Caracas, conocido como El Virrey, no le cae muy bien Alfredo, nombre clave del principal agente del G 2 (servicio de inteligencia cubano) en Venezuela, y encargado personalmente por Fidel Castro de la seguridad personal de Hugo Chávez.

Alfredo tiene acceso directo al líder cubano a cualquier hora del día o la noche, y, en asuntos de seguridad, discrecionalidad absoluta. Lo que él decida no puede ser cuestionado. Sus poderes, en ese sentido, van mucho mas allá de los del Virrey, un apodo que el embajador cubano se ha ganado a pulso en los últimos nueve años, dada la enorme ascendencia del gobierno cubano sobre el régimen de Chávez, quien ha llegado a decir que Venezuela y Cuba «son una sola nación».

Aunque no existen fotos publicadas de él, Alfredo es un personaje conocido de varios servicios de inteligencia en la capital venezolana, entre ellos el CNI español, la CIA norteamericana, el Mossad israelí y los servicios de información de China. «Es lo mejor que tenía Fidel, y por eso lo puso aquí. Para Fidel, Chávez es un tesoro único e irremplazable, al que hay que cuidar como a la niña de sus ojos», dijo a Crónica un alto funcionario venezolano.

El funcionario señaló que fue precisamente el G2 cubano el que posiblemente evitó con sus recomendaciones que Venezuela hubiese sido sacudida por una sangrienta guerra civil si Chávez se empeñaba -como al principio hizo- en no reconocer el triunfo de la oposición en el referéndum para la «reforma constitucional» del domingo 2 de diciembre.

«Fue el propio Fidel quien lo convenció, la madrugada del lunes, retransmitiéndole los informes del G 2, que coincidían punto por punto: ya había movimientos en unidades militares clave, especialmente la 41 Brigada Blindada de Maracay, una gran unidad de combate, y en la base aérea El Libertador, principal del país. Si Chávez insistía en un fraude, los militares actuarían», dijo.

Desde hace varios años, y en virtud de los acuerdos entre ambos gobiernos, oficiales cubanos ocupan posiciones de entrenamiento y supervisión en las principales unidades militares venezolanas, muchas veces con gran disgusto de los uniformados venezolanos, que los ven como parte de una invasión extranjera, aunque buena parte del corrompido generalato chavista hace la vista gorda a cambio de suculentos beneficios económicos.

Además de fiscalizar día a día los movimientos en el mundo militar a través de su presencia en los cuarteles, el G2 controla las comunicaciones telefónicas y por Internet, desde la sede central de la estatalizada Compañía Nacional Teléfonos de Venezuela (CANTV), y sus agentes se encuentran también en puestos clave del Ministerio del Interior, la policía política (DISIP) y la Dirección de Inteligencia Militar (DIM).

Las encuestas del G2 indicaban en los días previos al referéndum que la reforma de Chávez -en realidad se trataba de aprobar una nueva Constitución, de estilo cubano, que le daría virtualmente poderes absolutos sobre vidas y haciendas- sólo tenía posibilidades de ganar si la oposición se abstenía masivamente. Pero un pujante movimiento estudiantil liderado por un nieto de vascos (Jon Goicoechea) y un decidido ex ministro de Defensa, el prestigioso general Raúl Baduel (el hombre con mas ascendiente en las Fuerzas Armadas venezolanas), llevaban más de dos semanas instando a sus compatriotas a defender en las mesas de votación su ultima posibilidad de salvar lo que queda de democracia en este país petrolero de 26 millones de habitantes, y el efecto se estaba comenzando a sentir.

CONTRA LA APATÍA

«Los estudiantes y Baduel lograron sacar de la apatía a un pueblo profundamente decepcionado de una clase política que siempre lo ha utilizado y engañado, trátese de los chavistas o los de la oposición», señala Rodolfo Schmidt, un periodista y ex editor de El Diario de Caracas que vapulea por igual a unos y otros en su blog.

La embajada de Cuba en el pueblo costero de Chuao se encontraba en alerta máxima. El embajador Sánchez Otero tenía un búnker subterráneo repleto de todo lo necesario, desde equipos médicos y agua embotellada hasta un generador eléctrico. Al igual que ocurrió en abril de 2002, las órdenes directas de Castro eran defender la extraterritorialidad de la sede diplomática por las armas y hasta el último hombre, si llegaba a ser necesario.

En un operativo de seguridad sin precedentes coordinado por Alfredo, francotiradores, grupos motorizados y comandos vestidos de civil, así como autos blindados sin señales de identificación, tenían la tarea, si se llegaba al peor de los escenarios, de trasladar de inmediato a Chávez a la sede diplomática, a unos cuatro kilómetros del palacio presidencial de Miraflores. Desconfiado con los venezolanos, a los que los cubanos desprecian por su falta de profesionalidad y de convicciones ideológicas, Alfredo los vetó específicamente de intervenir en la operación.

Apenas unos días antes, y tras un informe confidencial de Alfredo, el propio Chávez, en su visita a Sarkozy en Paris y a la cumbre de la OPEP en Arabia Saudita, dejó sorpresivamente de utilizar su lujoso Airbus hecho a medida y se trasladó en dos Ilushyn 96 de Cubana de Aviación, algo sin precedentes, y que revela la profunda desconfianza del venezolano en sus paisanos.

Antes de cerrarse las mesas de votación a las cuatro de la tarde, ya los datos en poder del G2 alertaban sobre el descalabro: el NO superaba en al menos un 6% al SI de los chavistas en todos los sondeos a boca de urna, y también en los cómputos de totalización del CNE. Alfredo supo que iba a ser un día muy largo, y los informes de sus agentes en la 41 Brigada Blindada de Maracay y en la Base Aérea Libertador de Palo Negro no tardarían mucho en llegar.

El general Baduel, al que vigilaba estrechamente un comando de la DISIP con instrucciones de estar listo para capturarlo de inmediato, contaba con jóvenes oficiales leales -especialmente mandos medios- dispuestos a tomar acciones inmediatas si ocurría una de dos cosas: un intento de fraude por parte de Chávez, o su arresto.

«VETE DE AQUÍ»

Al principio, ninguno de sus asesores quiere ser el primero en aguarle la fiesta a Chávez, conocido por sus arrebatos histéricos. Finalmente, la china le cae al vicepresidente, Jorge Rodríguez, de profesión psiquiatra (una casualidad). Tembloroso, Rodríguez le dice a su jefe que algo está saliendo mal. Según testigos presenciales, Chávez monta en cólera y lo despide con cajas destempladas: «¡Vete de aquí! ¡No quiero verte!». El líder máximo no puede creer lo que le dicen. Tras una campaña multimillonaria en la que ha echado la casa por la ventana, los venezolanos no pueden hacerle eso...

«¡Me han engañado!», dice, refiriéndose a sus asesores, entre ellos el gobernador del estado Miranda (Caracas), Diosdado Cabello, convertido en multimillonario por la Revolución y responsable de organizar la victoria del SI a través del Partido Socialista Unido de Venezuela.

A eso de las siete de la noche, comienza a haber una gran movilización en la sede central de Petróleos de Venezuela, S.A. (PDVSA) en La Campiña, al Este de Caracas. El bien resguardado piso nueve de la empresa petrolera estatal, al que sólo se entra con un carnet especial, es un enorme búnker donde se guardan armas y municiones de diversos calibres (incluyendo subametralladoras y fusiles de asalto), y dotado de un sofisticado equipo de transmisiones electrónicas, todo ello organizado con el asesoramiento del G2 cubano. Más de 300 pistoleros en moto y una flotilla de taxis con radioteléfonos se encuentran a las ordenes de Freddy Bernal, el ultra radical alcalde del municipio Libertador, quien dice a Chávez que sus hombres están listos para «entrar en acción» en cualquier parte de Caracas.

Bernal, un sujeto patibulario que fue jefe de un grupo especial de la policía para acciones violentas, ha empleado frecuentemente a sus pistoleros para amedrentar a la oposición y a los medios, entre ellos Radio Caracas TV (que ahora sólo puede transmitir por cable) y Globovisión, el único canal de señal abierta decididamente antichavista. Tres de esos pistoleros asesinaron a balazos, a plena luz del día, el 16 de agosto de 2004, a Maritza Ron, esposa del español José Torregrosa, cuando participaba en una manifestación pacífica de la oposición.

A eso de las 10 de la noche, Chávez acude a Fuerte Tiuna -principal base militar del país, sede del Ministerio de Defensa, al Suroeste de Caracas- y se reúne con el Alto Mando Militar, al que intenta convencer de que el SI va ganando. A su lado, incondicional, el general Gustavo Rangel Briceño, conocido como Maguila Gorila y el Predicador, ex jefe de las Milicias Bolivarianas, al que ha nombrado ministro de Defensa pasando por encima de oficiales más cualificados. El gran mérito de Rangel, un fundamentalista cristiano evangélico, es el de haber ordenado como nuevo lema de las Fuerzas Armadas el «¡Socialismo, Patria o Muerte! ¡Venceremos!». No puede ver a Baduel, a quien llama «general sin tropa», porque mientras que de él se burlan, al otro lo respetan.

Pero los militares tienen en su poder los datos reales del recuento y algunos de ellos han estado también en comunicación con Baduel. Uno de ellos se levanta, manifiesta su respeto por Chávez pero le advierte que si las cifras son manipuladas o si se mantiene el silencio sobre los resultados, Venezuela puede arder por los cuatro costados, ante el clamor popular en las calles.

«Las Fuerzas Armadas no pueden garantizar que se vaya a poder controlar la situación», le dice, en un sutil lenguaje diplomático que equivale a «no vamos a salir a masacrar a los estudiantes y al pueblo». Se hace un silencio sepulcral. Todos evitan mirar a Chávez, que empalidece y se dirige a su despacho de Fuerte Tiuna, cerca ya de la media noche, pidiendo que no lo molesten por ningún motivo. En La Habana, Castro coge el teléfono. Ya sabe de que va la cosa. Acaba de recibir el último parte de Alfredo. En la televisión venezolana, un Baduel cada vez más enérgico hace un llamado al CNE para que dé a conocer las cifras del referéndum. «El CNE tiene las cifras, y es su obligación darlas a conocer al pueblo venezolano», exige. Castro sabe que no hay mas remedio que aceptar la derrota.

Pasada la una de la madrugada Chávez aparece finalmente en television aceptando la derrota del SÍ. Alfredo respira aliviado y se prepara un ron con Coca Cola. Mañana es otro día.

No hay comentarios:

Publicar un comentario