Mi
vida entera la he dedicado a la música y al arte como forma de
transformar las sociedades. Levanto mi voz en contra de la violencia y
la represión. Nada puede justificar el derramamiento de sangre. Ya basta
de desatender el justo clamor de un pueblo sofocado por una intolerable
crisis. Históricamente el pueblo venezolano ha sido un pueblo luchador
pero jamás violento.
Para que la democracia sea sana debe haber respeto y
entendimiento verdadero. La democracia no puede estar construida a la
medida de un gobierno particular porque dejaría de ser democracia. El
ejercicio democrático implica escuchar la voz de la mayoría, como
baluarte último de la verdad social. Ninguna ideología puede ir más allá
del bien común. La política se debe hacer desde la consciencia y en el
más absoluto respeto a la constitucionalidad, adaptándose a una sociedad
joven que, como la venezolana, tiene el derecho a reinventarse y
rehacerse en el sano e inobjetable contrapeso democrático.
Los venezolanos están desesperados por su derecho inalienable al
bienestar y a la satisfacción de sus más básicas necesidades. Las únicas
armas que se le puede entregar a un pueblo son las herramientas para
forjar su porvenir: instrumentos musicales, pinceles, libros; en fin,
los más altos valores del espíritu humano: el bien, la verdad y la
belleza.
Hago un llamado urgente al Presidente de la República y al
gobierno nacional a que se rectifique y escuche la voz del pueblo
venezolano. Los tiempos no pueden estar marcados por la sangre de
nuestra gente. Debemos a nuestros jóvenes un mundo esperanzador, un país
en el que se pueda caminar libremente en el disentimiento, en el
respeto, en la tolerancia, en el diálogo y en el que los sueños tengan
cabida para construir la Venezuela que todos anhelamos.
Es el momento de escuchar a la gente: Ya basta.
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