sábado, 24 de octubre de 2009

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Boves y Chávez

Boves y Chávez

por Eduardo CASANOVA

Si en algo no hay discrepancia alguna entre los historiadores y todos los que estudian o han estudiado la vida de Venezuela, es en la afirmación de que José Tomás Boves, el asturiano que en los primeros tiempos de la Guerra de Independencia venezolana se convirtió en el azote de Bolívar y los suyos era un bárbaro, un criminal, un asesino imperdonable. Sus hordas robaban, saqueaban, asesinaban sin discriminar. Miles de hombres, mujeres, niños, ancianos, fueron degollados sin misericordia por los llaneros de Boves, que disfrutaba enormemente la sangre que vertía. Azuzaba las más bajas pasiones, el odio, el resentimiento de todos los que habían sido en mayor o menor grado víctimas de las injusticias sociales de su tiempo. Sin embargo, el médico José Domingo Díaz, el “cronista” de los defensores del Rey de España, libelista que usaba un lenguaje muy parecido al que usan, por ejemplo, el teniente coronel Hugo Chávez y sus partidarios en el siglo XXI, cuando murió Boves en Urica, describió al terrible asturiano así: “el hombre más valiente del mundo entero, el más desinteresado de todos los hombres, el que en todas sus acciones no tuvo más objeto que el servicio de S. M. y el castigo de sus enemigos, el terror de Bolívar y de toda la sedición y uno de los europeos más dignos por estos caracteres de este nombre inapreciable.” Mutatis mutandi, ese elogio desproporcionado recuerda los de los seguidores incondicionales de Hitler o de Stalin o de Hoxa o de Mao o de Fidel Castro o de Pol Pot o de Hugo Chávez, al hablar de sus ídolos, a pesar de las realidades terribles e innegables que los condenan. También Mutatis mutandi, los hechos de Chávez en el fin del siglo XX y el comienzo del XXI son muy parecidos a los de Boves en el XIX. La masacre del 11 de abril, los crímenes de la Plaza Altamira, la Lista de Tascón, el fomento del odio y del resentimiento, el saqueo y la corrupción, la excitación de las pasiones más bajas de las masas anónimas, son hechos que nadie puede negar. Como no se puede negar que aparecen muchos sujetos como José Domingo Díaz, que pueden llamarse José Vicente o tener cualquier otro nombre, pero cumplen el mismo papel que el libelista archienemigo de Bolívar. Boves cayó atravesado por una lanza en Urica el 5 de diciembre de 1814. Mutatis mutandi, el nuevo Boves debe caer también atravesado, pero no por una lanza, sino por los votos de la inmensa mayoría de los venezolanos, que en realidad, gracias a la democracia, no se parecen a los llaneros de Boves, aunque muchos se hayan dejado seducir por los cantos de sirena de Chávez y los suyos, que sí son primitivos y resentidos, enemigos a muerte de la justicia y el progreso, como Boves.

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