http://literanova.eduardocasanova.com/index.php/2008/12/16/vargas-llosa-krauze-chavez-y-hitler
“Quienes consideran al comandante Hugo Chávez un ser primitivo y superficial juzgándolo sólo por sus apariciones televisivas, en las que derrocha truculencia, demagogia, vulgaridad, diatribas y jerga, se llevarán una sorpresa leyendo el libro que el historiador y ensayista mexicano Enrique Krauze ha dedicado al presidente venezolano: ”El poder y el delirio”. En su intenso rastreo, Chávez aparece, desde adolescente, antes de ingresar al Ejército, como un joven abrasado por una pasión subversiva y patriótica, que practica el béisbol con éxito y devora libros de historia de su país, biografías de sus héroes y escudriña sin tregua la vida y proezas de Bolívar a quien profesa un culto religioso y sueña con emular.” Así dice Mario Vargas Llosa en un texto en el que, obviamente, comenta “El poder y el delirio”, libro del ensayista mexicano Enrique Krauze dedicado a estudiar a Hugo Chávez, libro que está de moda en Venezuela. Creo que ambos, Vargas Llosa y Krauze, yerran al considerar a Chávez un personaje “más complejo de lo que se piensa” o, si se quiere, no primitivo ni superficial, que es lo que se infiere del comienzo del párrafo que cito. Quien haya leído “Hitler, mi amigo de juventud”, de Augusto Kubizek, no puede dejar de notar ciertas similitudes entre Chávez y Hitler. Ambos nacieron y se criaron en sitios provincianos, a ambos les faltó amor en su infancia, ambos se convirtieron en megalómanos que hicieron daños irreparables a sus países, después de conquistar la imaginación de la mayoría, y especialmente del lumpenproletariat. Y ambos leyeron –devoraron libros– en forma desordenada, sin una base previa ni método alguno, con lo que formaron en sus confundidas cabezas auténticos batiburrillos de informaciones no asimiladas o mal asimiladas. Y, sobre todo, ambos se convirtieron en seres primitivos y superficiales, con lo que se desmiente plenamente lo afirmado por Krauze y Vargas Llosa, que, cultos y bien formados, tienden a darle demasiada importancia al primitivo, superficial y dañino personaje que ha condenado a Venezuela al más triste de los subdesarrollos y ha impedido que las inmensas riquezas que entraron al país en los últimos años se usaran en beneficio de los venezolanos, hoy claramente divididos entre resentidos, por un lado, y gentes de bien, por el otro, a causa de ese primitivismo y esa superficialidad que la buena fe de Krauze y Vargas Llosa no quieren ver en este grotesco émulo de Hitler, el teniente coronel Chávez Frías.
“Quienes consideran al comandante Hugo Chávez un ser primitivo y superficial juzgándolo sólo por sus apariciones televisivas, en las que derrocha truculencia, demagogia, vulgaridad, diatribas y jerga, se llevarán una sorpresa leyendo el libro que el historiador y ensayista mexicano Enrique Krauze ha dedicado al presidente venezolano: ”El poder y el delirio”. En su intenso rastreo, Chávez aparece, desde adolescente, antes de ingresar al Ejército, como un joven abrasado por una pasión subversiva y patriótica, que practica el béisbol con éxito y devora libros de historia de su país, biografías de sus héroes y escudriña sin tregua la vida y proezas de Bolívar a quien profesa un culto religioso y sueña con emular.” Así dice Mario Vargas Llosa en un texto en el que, obviamente, comenta “El poder y el delirio”, libro del ensayista mexicano Enrique Krauze dedicado a estudiar a Hugo Chávez, libro que está de moda en Venezuela. Creo que ambos, Vargas Llosa y Krauze, yerran al considerar a Chávez un personaje “más complejo de lo que se piensa” o, si se quiere, no primitivo ni superficial, que es lo que se infiere del comienzo del párrafo que cito. Quien haya leído “Hitler, mi amigo de juventud”, de Augusto Kubizek, no puede dejar de notar ciertas similitudes entre Chávez y Hitler. Ambos nacieron y se criaron en sitios provincianos, a ambos les faltó amor en su infancia, ambos se convirtieron en megalómanos que hicieron daños irreparables a sus países, después de conquistar la imaginación de la mayoría, y especialmente del lumpenproletariat. Y ambos leyeron –devoraron libros– en forma desordenada, sin una base previa ni método alguno, con lo que formaron en sus confundidas cabezas auténticos batiburrillos de informaciones no asimiladas o mal asimiladas. Y, sobre todo, ambos se convirtieron en seres primitivos y superficiales, con lo que se desmiente plenamente lo afirmado por Krauze y Vargas Llosa, que, cultos y bien formados, tienden a darle demasiada importancia al primitivo, superficial y dañino personaje que ha condenado a Venezuela al más triste de los subdesarrollos y ha impedido que las inmensas riquezas que entraron al país en los últimos años se usaran en beneficio de los venezolanos, hoy claramente divididos entre resentidos, por un lado, y gentes de bien, por el otro, a causa de ese primitivismo y esa superficialidad que la buena fe de Krauze y Vargas Llosa no quieren ver en este grotesco émulo de Hitler, el teniente coronel Chávez Frías.
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