Se formaron en seis años, a través de videos, sin supervisión alguna de personal calificado, no han realizado guardias en servicios de emergencia, no conocen un quirófano, no han recibido clases de medicina tropical; suma y sigue. ¿Los médicos integrales forman parte de un programa de emergencia o ha pasado a ser un componente más de la visión populista e irresponsable de un gobierno que ha hecho todo un arte de la golilla como proposición de vida?
La idea de formar médicos lo más rápidamente posible, y saltándose algunas fases de los estudios, posee pertinencia en aquellos países donde la tasa de médicos por cada cien mil habitantes es tan baja que se puede hablar de que la inmensa mayoría de la población carece de atención médica.
Fue con base en esa idea que en China se apeló, hace ya muchos años (y no sabemos si el concepto está todavía vigente), a la creación de los famosos “médicos descalzos”; profesionales graduados a la carrera, con los conocimientos básicos para atender casos que no fueran de alta complejidad. Fue así como el inmenso país pudo llevar atención médica a centenares de millones de sus habitantes que jamás en su vida habían visto un médico.
El éxito popular de un programa como Barrio Adentro, sólo se explica a la luz de un criterio semejante. La creación de un sistema de atención médica primaria en el corazón de las barriadas populares, colocando un médico a pata de mingo, así sea de dudosa formación profesional, llenó un vacío que sin duda constituía una deuda del Estado venezolano con los sectores más humildes.
Hay que ver lo que significa para una madre bajar en la madrugada el cerro, con un niño hirviendo en fiebre, para acercarse al ambulatorio u hospital más cercano. Un programa de esa naturaleza debe mantenerse y mejorarse, pero en ningún caso eliminarlo.
Dicho esto, entremos en el tema de los llamados “médicos integrales”. Alrededor de 8.200 jóvenes han recibido ese título y la reforma de la Ley de Medicina los faculta para ejercer la profesión en las mismas condiciones que sus colegas surgidos de las escuelas universitarias de medicina.
Es decir, médicos formados con el criterio de atender lo más rápido posible el déficit existente en ciertos sectores de la sociedad, en niveles básicamente primarios (tipo Barrio Adentro) y cuya formación, dada la urgencia existente, no podía ser sino mucho más precaria que las de sus homólogos universitarios, han sido transformados con todas las de la ley en médicos equivalentes a los existentes, con las mismas condiciones para el ejercicio de su delicada profesión.
Y aquí es donde surge una duda acerca de la seriedad del programa. ¿Era un programa de emergencia o ha pasado a ser un componente más de la visión populista e irresponsable de un gobierno que ha hecho todo un arte de la golilla como proposición de vida? Glosando lo dicho por Marino González en este diario, comparemos ambas clases de médicos.
Un médico formado cabalmente tiene detrás de sí seis años de estudios de la carrera, ha trabajado al menos dos años en ambulatorios y hospitales y realizado postgrados de tres años de duración. Son once años de formación.
Un médico integral se formó en seis años, a través de videos, sin supervisión alguna de personal calificado, no han realizado guardias en servicios de emergencia, no conocen un quirófano, no han recibido clases de medicina tropical; suma y sigue.
Pero el conjunto de la atención médica que recibe el país humilde se verá severamente lesionado por este mayúsculo acto de irresponsabilidad. No fue eso lo que aprobó el CNU cuando aceptó la creación de esta modalidad.
Y ya veremos cómo la mayoría de estos “médicos integrales” no es propiamente a Barrio Adentro adonde van a ir a parar. Ahora podrían abrir hasta sus propios consultorios privados. Nada se los impide. ¡Ay de quien se ponga en esas manos!
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