La fuerza ha hecho los primeros esclavos; su cobardía los ha perpetuado.
El más fuerte no es nunca bastante fuerte para ser siempre el señor,
si no transforma su fuerza en derecho y la obediencia en deber.
Ceder a la fuerza es un acto de necesidad, no de voluntad; es, a lo más, un acto de prudencia.
Si es preciso obedecer por la fuerza, no se necesita obedecer por deber, y si no se está forzado a obedecer, no se está obligado.
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